martes, 16 de enero de 2018

Don Cheme




Dos teros andaban cerca del molino meta encarar al ras del piso, Don Cheme los vió desde el alero del rancho y se imaginaba un teyú en busca de huevos molestando a la pareja.

          La mañana había arrancado calurosa y al viejo lo agarró el alba despuntando unos amargos y sintió doler los ojos cuando los primeros rayos de sol le dieron de frente a la cara. 
          Para el estero de Mújica un chajá dejaba escuchar su lamento en busca de la compañera perdida, alcanzada por la perdigonada de la yuptapuesta del viejo Cheme hace tan solo un par de días.   Más allá de la cina, dos terneros se buscaban el tope como intentando trazar una soberanía entre ambos.
          En ese rancho creció cuando el campo era de la compañía y su padre lo había preparado para el oficio de peon;  luego cuando el doctor Jordán lo compró le permitió quedarse conchavao como puestero, ahi nomás crecieron sus hijos... y desde allí mismo la pichonada levantó vuelo.
          Ya va casi un lustro que la patrona, su patrona... su viejita, se fué a cuidarlo desde el mismo más allá. Sus hijos... bueno... al mayor que se embarcó, jamás lo volvieron a ver, nunca nadie supo decirle nada, y el más chico anda por las capitales ya formó pareja y muy de vez en cuando se pega una vuelta.
           Una gata verijera agregada era su unica compañía desde hace un tiempo, el viejo pasaba sus soledades conversando con la gata y con el recuerdo de su viejecita. A veces pensaba en porqué no tendría el valor para ir a buscarla, no debería ser muy dificil, pero era el un tipo de los de antes. No se le había enseñado a demostrar ni flojera ni afectos... y la muerte a manos propia...eso era flojera chamigo...
            Andaba ensimismado en sus recuerdos cuando a lo lejos divisó la polvareda de un auto, se levantó y trató de adivinar de quien se podría tratar, el doctor había andado no hacía mas de un mes atrás, no se lo imaginaba de vuelta por el pago, de seguro se encontraba en las comodidades de su oficina allá por calle Crespo a un par de cuadras de la terminal.  Desde hacía un tiempo a esta fecha el leguleyo se fué desaciendo de a poco de toda la hacienda que ni montado le había dejado, hasta el petizo overo se habían llevado.
              El campo estaba vacío como nunca lo había visto. Sus queaceres se limitaban ultimamente a campear los molinos, sacarles las trabas de vez en cuando para que corra el agua (agua que ningún animal bebía ya) y pegarles unas engrasadas a los engranajes... no quedaba mucho por hacer alli.
              El auto estacionó cerquita del rancho y de él bajo un mocito de no más de 25 años.
-Tá enfajinao de dotor -pensó el viejo.
              Un coloradito que el viejo supo ver un par de veces cuando por alguna cuestión se acercaba hasta la capital al estudio del patrón.
              Se le comunicaba, mediante un escrito nomás, que el campo había sido vendido, "...por falta de operatividad y debido los elevados costos operacionales y..." el viejo dejó de leer algo que realmente no entendía y mucho no le preocupaba...
-Y expliquemé mozo...¿esto que significaría?
              La repuesta del interlocutor fué tajante:
-debe dejar el puesto señor, la nueva firma presciende de sus servicios.
-¿cómo que preciende?... no lo entiendo-esgrimió el viejo.
-no lo necesitan más... como le explica el doctor en la misiva, debe presentarse en las oficinas para acordar el cobro de sus ultimos haberes y llegar a un acuerdo por lo...
               De ahí en más solo fueren blablaces que solo le significaban más confusión...
-...esto será de caracter inmediato, ya que los nuevos propietarios tomarán poseción del establecimiento a partir del proximo día Lunes...
              El viejo no daba crédito a lo oido. El campo... ese campo ajeno que supo querer, cuidar y defender como propio. Ese mismo campo, su historia, le estaba siendo arrancado de las manos así, sin más... sin siquiera una justa explicación, un simple y frío papel membretado que el coloradito se ancargó de hacerle firmar.
            Entró al rancho que lo vió crecer, en el que tantas veces renegara con su gurises, en donde tanto amor supo brindarle quien en vida fuera su compañera del alma...
            Se recostó un momento en la cama mientras pensaba que haría de ahora en más... y como lo haría...
El sonido de una charata asustada para el lado del monte le supuso al viejo un encuentro de ésta con un zorrito colorado...
            Sin palabras, y sabiendose victima de una gran injusticia el viejo cerró los ojos y se durmió para siempre...

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